Caño 14
Antes de entrar en el tema de hoy, es necesario aclarar el origen de una expresión usual y recuperar otra expresión ya olvidada.
No es común que una palabra del lunfardo haya sido aceptada por la Real Academia. Pero eso ocurre con «atorrante», donde se lo define como vago, holgazán, vagabundo sin domicilio fijo. No hay un consenso absoluto sobre su etimología, pero la versión más difundida se refiere a los caños de la empresa A. Torrent, que se utilizaron para instalar los primeros desagües cloacales de la ciudad de Buenos Aires durante la segunda mitad del siglo XIX. Estos permanecían a la intemperie mientras se excavaban las zanjas. Como eran grandes y resistentes, resultaron ser un refugio muy apreciado por la gente sin viviendas o, como se dice ahora, «en situación de calle». Y así de la marca «A. Torrant» proviene la palabra «atorrante» y los derivados fuertemente despectivos de «rante» y «rantifuso».
Por supuesto, el «atorrante» es un personaje arquetípico del Tango. Hay al menos cuatro temas con ese título, uno de Samuel Castriota, otro de Raúl de los Hoyos con letra de Alberto Vaccarezza, otro de Raúl Batista con letra (recitada) de Celedonio Flores y, finalmente, uno instrumental de Arnaldo Barsanti. Pero este tema da para otra entrada, así que sigamos…
Hacia fines del siglo XIX sólo existía un juego de azar en Argentina, denominado Lotería de Beneficencia Nacional. Pero como apostar en la misma requería una suma de dinero nada despreciable, surgió una forma clandestina, llamada Quiniela, que logró un gran arraigo en las clases más humildes. Sólo se apostaban unos pocos centavos a una o dos cifras de las cinco que componían los números de la Lotería oficial.
Todo el mundo sabía cómo apostar a la Quiniela. el «quinielero» podía ser el que atendía el puesto de diarios, el bar o el almacén, o simplemente, un vecino del barrio. Anotaba la apuesta en una pequeña libretita, y al conocerse los resultados de la Lotería oficial pagaba los premios en efectivo.
Mirá si la Quiniela llegó a gozar de arraigo popular, que supo tener su Santo Patrono, San Cono, un religioso de la ciudad italiana de Teggiano quien vivió en el siglo XII D.C. ¿Por qué San Cono? Porque soñó que su propia muerte, ocurriría el día 3 de junio, y así fue. ¿Y qué tiene que ver eso con la Quiniela? Pues que la gente solía apostar según los sueños que tenía, asociándolos con los números según una tabla de interpretación. Por ejemplo, si se sueña con ñoquis, hay que apostar al 29, la mala suerte es el 13, Cristo es el 33 (por los años que vivió), los huevos son el 00 (obvio), los «vicios» son el 69 (obvio, obvio), etc. Y el número que nos interesa hoy es el 14, que corresponde al borracho.
Y ahora sí, al tema de hoy. Cuando el Tango ya estaba padeciendo un declive irreversible ante el avance de la «Nueva Ola», a tres amigos se les ocurrió la loca idea de crear un local dedicado al Tango. Uno de estos famosos personajes fue Vicente Fiasché. Otro fue el destacado pianista Atilio Stampone. Y el tercero fue nada más ni nada menos que Rinaldo «Mamucho» Martino, uno de los más grandes futbolistas argentinos de todos los tiempos, quien pasó por la selección, y por los equipos de San Lorenzo (Argentina), Juventus (Italia) y Nacional (Uruguay). La idea fue inspirada por Troilo, quien lamentaba que ya no quedaban lugares donde tocar… y escuchar… Tango.
Buscando un nombre para el local, a Martino se le ocurrió que invertir en esa aventura era tan loca que iban a terminar «viviendo en los caños», y que los únicos clientes que iban a recibir eran «borrachos» (es decir, 14).
Y así, en marzo de 1962, nació el hoy mítico «Caño 14». El primer local, con capacidad para 150 personas, estuvo ubicado en la calle Uruguay, entre Paraguay y Marcelo T. de Alvear. Pronto se dieron cuenta que necesitaban más espacio, así que se mudaron a las instalaciones de un boliche llamado Samoa, en el sótano de Talcahuano 975.
La loca idea de esos tres amigos tuvo tanto éxito, que pronto se encontraron haciendo «temporada» en Mar del Plata y Punta del Este. Para esa época, la gente lo había renombrado como «La Catedral del Tango».
A continuación, te dejo una nota periodística del año 1971, que comienza con una interpretación de Troilo, sigue con un reportaje a Fesquet, y termina con el polaco Goyeneche cantando Garúa.
En el escenario de Caño 14 se presentaban los mejores tangueros de la época, como De Lío, Francini, Goyeneche, Grela, Mores, Pugliese, Salgán, Troilo, etc… Y también allí debutaron los representantes de una nueva camada de intérpretes, sobre quienes hablaremos en otra oportunidad. Pero ahora, otro clásico, Edmundo Rivero,
Ser visto en Caño 14 era «fashion», y se requería reserva anticipada, sin excepción. Y esta regla era tan rígida, que una noche se le negó el ingreso al vicepresidente de la Nación.
El local funcionó hasta 1986, momento para el cual Atilio Stampone, único sobreviviente del trío, ya había vendido la marca. Los bailarines Rodolfo y Gloria Dinzel intentaron reflotar Caño 14 en Recoleta, pero sin éxito.