Tangos para Agus

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El rey de compás

Agus, tal vez recuerdes que la Guardia Nueva del Tango tiene uno de sus puntos de partida en la forma de interpretación del sexteto formado por Julio de Caro en 1924, basada especialmente en la armonía, con un tono melancólico. Es por eso que Discépolo pudo decir aquello de que «el Tango es un sentimiento triste que se baila».

Este, así llamado, período «decareano» está caracterizado por un reemplazo del compás de dos por cuatro por el de cuatro por ocho. Un buen ejemplo es su interpretación de un clásico de la Guardia Vieja. Me refiero a «Derecho Viejo» de Eduardo Arolas,

Julio de Caro: «Derecho viejo» (1926)

Fijate que, aun cuando comienza con un fuerte acento rítmico, lo va abandonando poco a poco a medida que avanza la ejecución.

Con esta influencia decareana, el Tango alcanzó un alto grado de madurez y refinamiento. Dejó de ser un baile rápido y provocativo para volverse más pausado y elegante.

Y este movimiento, al ir acompañado por el tango-canción iniciado por Carlos Gardel, produjo que, en las salas de baile, la gente dejara de bailar para escuchar, primero al estribillero, y a los pocos años, al cantor solista.

Todo bien, pero no era la mejor combinación para captar a los jóvenes que iban a los bailes a, justamente, bailar. Y ya en la década de 1930 había otros ritmos que competían con el Tango. De hecho, junto con las orquestas típicas, dedicadas exclusivamente al tango, se presentaban las llamadas orquestas características, que interpretaban foxtrots, pasodobles, ritmos tropicales y otras músicas más bailables o, mejor dicho, más fáciles de bailar.

Hoy, estas orquestas características, como las de Feliciano Brunelli o Juan Carlos Barbará, han sido prácticamente olvidadas, pero existían a la par que las típicas, y competían por el gusto del público.

Pero el problema, al menos para el Tango, era que los jóvenes querían bailar, y empezaron a preferir esos ritmos extranjeros. Todo apuntaba a un temprano proceso de decaimiento del Tango. Y justo, en este momento, apareció nuestro personaje de hoy.

Corría el año 1935, y la Editorial Haynes había fundado Radio El Mundo, poniendo como director artístico a Pablo Osvaldo Valle (1905- 1992). Buscando diferenciar a esa emisora de sus competidoras, Valle trajo a un músico que, aunque no era joven (ya tenía 35 años, o sea casi la edad de De Caro), daba al Tango un sonido totalmente nuevo.

Su presentación en Radio El Mundo fue un golazo. Su orquesta, y con ella su nuevo estilo, se impusieron inmediatamente en el gusto popular.

Cuesta creer que estemos hablando de Juan D’Arienzo (1900 – 1976), a quien la semana pasada identificamos con el estilo kitsch de la época tardía del Tango tradicional. Pero, cuatro décadas antes de esa presentación televisiva algo ridícula, D’Arienzo renovó y posiblemente salvó al Tango de una temprana decadencia.

Frente al ritmo marcial de Canaro, a la trivialidad un tanto murguística de Francisco Lomuto, a los arrestos sinfonistas de De Caro, D’Arienzo aportaba al tango un aire fresco, juvenil y vivificador. El tango, que había sido un baile alardoso, provocativo, casi gimnástico, se vio un día convertido, al decir de Discépolo, en un pensamiento triste que se puede bailar… Se puede… El baile había pasado a ser subsidiario hoy; sólo que entonces había sido desplazado por la letra y por los cantores y ahora lo es por el arreglo. Y bien: D’Arienzo devolvió el tango a los pies de los bailarines y con ello hizo que el tango volviera a interesar a los jóvenes. El Rey del Compás se convirtió en el rey de los bailes, y haciendo bailar a la gente ganó mucho dinero, que es una linda forma de ganarlo.

José Gobello: «Tango y Lunfardo» Nº 132, Año XIV, (Chivilcoy, 16 de setiembre de 1997).

Tal como señala Gobello, todo lo que se requirió para esa «renovación» fue volver a las fuentes. Básicamente se retomó el compás rápido y juguetón del dos por cuatro de la Guardia Vieja. ¡Y a los jóvenes les encantó!…

Fijate qué diferente suena «Derecho Viejo» en la orquesta de D’Arienzo, respecto de la versión decareana que escuchaste hace un momento.

Juan D’Arienzo: «Derecho viejo»

Su versión de «La cumparsita» o, mejor dicho, sus versiones de «La cumparsita» (ya que la grabó en al menos siete oportunidades: 1928, 1929, 1937, 1943, 1951, 1964 y 1971) son antológicas. Si escuchas «La cumparsita» en algún baile, película o serie, casi seguro que se trata de una interpretación de D’Arienzo,

Juan D’Arienzo: «La cumparsita» (4/12/1964)

No sé si te pasó con los dos temas anteriores, pero es común que las interpretaciones de D’Arienzo logren que uno siga el ritmo con los pies. Sin duda, es música hecha para bailar. Como ejemplo, aquí va otro de sus grandes temas, «La puñalada»

Noelia Hurtado and Carlitos Espinoza – La puñalada

Obviamente, el mérito de esta recuperación del ritmo no se debe sólo a D’Arienzo. Recordemos a Rodolfo «Manos brujas» Biagi, sobre quien hablamos en una entrada anterior. Pero sin duda, fue D’Arienzo quien popularizó ese nuevo estilo y le fue consecuente durante toda su carrera artística.

D’Arienzo y Biagi

En un reportaje realizado por Andrés Muñoz en 1949, D’Arienzo, «el Rey del Compás» resumió su aporte al Tango con unas palabras que bien pueden servir de cierre para la entrada de hoy,

A mi modo de ver, el tango es, ante todo, ritmo, nervio, fuerza y carácter. El tango antiguo, el de la guardia vieja, tenía todo eso, y debemos procurar que no lo pierda nunca. Por haberlo olvidado, el tango argentino entró en crisis hace algunos años. Modestia aparte, yo hice todo lo posible para hacerlo resurgir […]. Por suerte, esa crisis fue transitoria, y hoy ha resurgido el tango, nuestro tango, con la vitalidad de sus mejores tiempos. Mi mayor orgullo es haber contribuido a ese renacimiento de nuestra música popular.

Juan D’Arienzo (1949).

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