Tangos para Agus

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Don Juan

La semana pasada hablamos de José Luis Roncallo y mencionamos un par de los primeros tangos, «El choclo» y «Nueve de Julio». Dedicamos también un par de entradas a Rosendo Mendizábal.

Pero aún estamos lejos de tener una visión, aunque sea parcial, de la llamada Guardia Vieja, durante cuya época tomó forma ese nuevo estilo musical que llamamos Tango.

Como para ir acercando el bochín, hoy vamos a hablar de un tango muy famoso y muy, muy viejo. Se llama «Don Juan», y fue compuesto en 1898. Fue tal la novedad que trajo esta composición, que se suele relatar este relato, seguramente ficticio, entre su autor, Ernesto Ponzio (1885 – 1934) y el payador Gabino Ezeiza (1858 – 1916).

Del encordado salían como chispas de las notas.

—Mi Dios, como lo maneja ese pibe!… —barboteó el pardo dando un salto en la silla.

Al “Pibe Ernesto” no le hizo mella la alabanza y siguió haciendo diabluras con su instrumento.

—Che, ¿y eso como se llama?… —volvió a interrumpir el cantor.

—Es un tango, Don Gabino —contestó el muchacho una vez terminada la pieza— lo compuse en lo de Mamita… ¿Le gusta?… Se llama “Don Juan”

José Portogalo: «Buenos Aires: tango y literatura», Historia popular: Vida y milagros de nuestro pueblo (Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1972) página 104.

Vamos a escucharlo, en la versión casi canónica de Juan D’Arienzo, y después seguimos hablando de él.

D’Arienzo: «Don Juan»

Es difícil imaginar la novedad que representó en su momento este nuevo tipo de música. Me resulta casi imposible escuchar este tango, sin imaginar a una pareja bailándolo, como en esta versión (más reposada) de la orquesta de Di Sarli.

Mariano Chicho Fruboli y Moira Castellano: «Don Juan» (orquesta de Di Sarli).

Siendo un tango fundacional, es natural que haya varios «huecos» en su historia, y se hayan creado varios mitos a su alrededor.

Se cree que fue compuesto en «Lo de Mamita», una casa ubicada en Lavalle 2177, típica de la época, con una puerta de cristal que daba a un largo patio con las habitaciones laterales y el clásico comedor. La clientela era de clase alta, y entre sus chicas se recuerda a la Ñata Rosaura, Herminia y Joaquina. Su dueña era Concepción Amaya, una mujer que, según Luis Teisseire, “era alta, flaca, autoritaria. De tez morena, más bien achinada, valiente, ojos negros. Siempre vestía un traje largo de seda oscura, con un cuello alto». Años más tarde, Mamita se iría de Buenos Aires, y esta casa de citas se cerraría para siempre.

Según la leyenda, el Negro Sergio, otro personaje de entonces, estaba sentado cavilosamente frente al piano. Como no daba sintonías de alegría, el Pibe Ernesto se le acercó para animarlo a participar del baile. Sergio se impacientó, y más por alejarlo que por inspiración tocó algunos compases. Ponzio se quedó a su lado, muy pálido, esperando.

—¿No seguís?
—¿Seguir qué?, le contestó extrañado el otro.
—Lo que estás tocando…
—Pero, si no toco…
—¿No? Salí de ahí, pedazo de zonzo…
Y se sentó él. Al rato, otros acordes… y otros… Había nacido «Don Juan».

 Asdrúbal Noble: revista «Música y Arte» (octubre de 1934).

Esta es una versión, según la cual Ernesto Ponzio lo compuso en Lo de Mamita después de escuchar unos compases de un tal Negro Sergio.

En cambio, Roberto Selles cuenta que, según el violinista Francisco Mastrazzi, un hermano suyo fue testigo del evento, y que Ponzio no se inspiró en los acordes de un pianista, sino de los de un guitarrista.

Otra versión es que lo compuso en «Lo de Hansen» on en «El Tambito», dedicándoselo al «taita» Juan Cabello, lo que explica el subtítulo: «El Taita del Barrio».

En cambio, según el guitarrista Eusebio Aspiazu (1865 – 1945), más que el taita Cabello, Ponzio originalmente nombró a su tango El panzudo, en referencia a una persona muy gorda que habituaba los boliches, y que luego le cambió el nombre por «Don Juan».

De todas maneras, tal como nos explica Roberto Selles, el tema del tango era un aire popular, que se puede encontrar en tangos tan viejos como “Qué polvo con tanto viento” (Pedro Quijano, aprox.1890).

Posteriormente, el mismo tema aparecería en “Soy tremendo” de Ángel Villoldo, en la tercera sección de “Felicia” de Enrique Saborido, en la segunda de “El periodista” de Augusto Berto, en la primera de “El curioso” de Prudencio Aragón y en “El rana” de Arturo Mathon.

Obviamente, en aquella época no se prestaba mucha atención a los «derechos de autor». De hecho, «Don Juan» sería registrado recién en 1941 en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC).

Discutir si fue o no el primer tango no sólo es inútil, sino imposible, teniendo en cuenta lo que decía recién sobre leyendas y baches históricos sobre esa época fundacional. Pero lo que aparentemente sí es cierto, es que se trata de uno de los primeros (sino el primero de los) tangos grabados. Aquí te dejo la grabación realizada en 1910 por la orquesta de Vicente Greco,

https://youtu.be/mzNTH_O8iHo
Orquesta Típica Criolla Vicente Greco, «Don Juan», 1910.

También, se lo escucha en la primera película sonora argentina, Tango (1933), bajo la codirección musical de su autor y de Juan Carlos Bazán.

Ernesto Ponzio y Juan Carlos Bazán: «Don Juan», en la película «Tango» (1933).

Ricardo Podestá (1897 – 1930) fue el primero en ponerle letra al tango de Ponzio, haciendo referencia -justamente- al taita Juan Cabello.

Alberto Gómez y la Orquesta Típica Victor: «Don Juan (El taita del barrio) 1932.

En 1912 Alfredo Eusebio Gobbi (1877 – 1938) le escribió otra letra, que también logró bastante popularidad,

Alfredo Gobbi: «Don Juan (Mozos guapos)»

Como era de esperarse para un tango tan antiguo y famoso, ha sido versionado en muchísimas ocasiones, desde la de Francisco Canaro,

Francisco Canaro: «Don Juan» (1929)

pasando por la de Anibal Troilo,

Anibal Troilo: «Don Juan) (1967)

hasta llegar a la de Eduardo Rovira

Eduardo Rovira: «Don Juan»

En una de las últimas impresiones de este tango, podemos leer esta dedicatoria:

«Dedico este primer tango argentino con letra y pizzicato a todos los músicos de mi patria como un sincero homenaje de la Guardia Vieja a la brillante juventud de hoy».

Ernesto Ponzio

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