Tangos para Agus

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El pibe Ernesto

El pibe Ernesto se crio en el barrio «Tierra del Fuego», al este de la penitenciaría nacional de la calle Las Heras. Hoy ya no se lo conoce por ese nombre, sino como Palermo chico, un barrio de clase media-alta. Pero en aquella época se trataba de una zona «pesada», donde el pibe aprendió a guapear y defenderse.

Su padre Antonio era un inmigrante napolitano, músico de profesión, quien inspiró a su hijo para que estudiara violín en el conservatorio del gran maestro Alberto Williams. Pero quiso la desgracia que Don Antonio falleciera repentinamente mientras tocaba el Arpa en un escenario, y la temprana vida de su hijo cambió para siempre.

Su madre uruguaya, Casilda Casafú, intentaba mantener a sus cinco hijos con su humilde oficio de planchadora, pero el dinero no alcanzaba; así que Ernesto salió con su violín a tocar en cafés, cantinas, cabarés y lupanares. Estamos hablando de un pibe de doce años frecuentando lugares como «Lo de Hansen» y «El Tambito», en Palermo; «Lo de Mamita», de Concepción Amaya, en Balvanera; «Lo de la vasca», regenteado por la vasca María en el barrio de San Cristobal, y «Lo de Laura», en el actual Barrio Norte.

Su infancia en un barrio difícil y su adolescencia en un ambiente aún más difícil fueron moldeando su carácter. Tenía 16 años cuando, durante una gira, fue procesado por lesiones en el pueblo de coronel Suárez. Cuatro años más tarde fue condenado a dos años de prisión por herir de un disparo a otra persona. Como nos explica José Gobello,

«Criado en el malevaje y hombre de sangre caliente, ya había conocido más de un calabozo. Hombre simpático, pero de mala hiel y de alma cerrada, se dejaba arrebatar por su genio, que no toleraba agravios. No era un compadre capaz de no alzar la voz y de jugarse la vida…más bien era capaz de quitársela a otro, a puro bufonazo. Hombre de dedo ágil y alma torva, aunque por rachas más bien perdonador, era temido por unos, esquivado por otros y querido por algunos«.

José Gobello: «Mujeres y hombres que hicieron el tango» (Buenos Aires: Centro Editor de Cultura Argentina, 2002) p. 249

La peor tragedia de su vida ocurrió en Rosario el 18 de enero de 1924. A sus casi cuarenta años seguía haciendo presentaciones y giras para ganarse el sustento. Después de actuar en el cine Mitre, fue a seguir la noche en un garito de la tristemente célebre calle Pichincha. Cuentan que ya estaba bastante entrado en copas cuando se enfrentó con otro tan pesado (y borracho) como él. Ernesto fue más rápido con su pistola, pero no muy certero con su puntería. El resultado fue que la bala que disparó no alcanzó a su rival sino a un tal Pedro Báez, quien falleció en el instante.

Sus antecedentes agravaron su condena, y el pibe Ernesto fue a parar a la remota carcel de Ushuaia con una pena de veinte años de prisión. Y allí, en Tierra del Fuego, habría terminado su vida, de no ser porque al tiempo consiguió ser trasladado a la carcel de Rosario.

En la carcel era visitado por sus amigos tangueros. En esta foto lo vemos en el centro, con ropa de presidiario, acompañado por el también violinista Emilio Puglisi y por el maestro Osvaldo Pugliese.

Nota al margen: ¡No puedo creer que todavía no haya hablado de Pugliese! Bueno, te la debo para la próxima. Pero ahora, sigamos con la historia.

En esta otra foto vemos a varios otros artistas, visitando al famoso reo.

Agus, tal vez te acordás que te conté sobre cómo Alberto Barceló, “padrino” de Avellaneda, ayudó al pibe Carlitos (Gardel) a conseguir un pasaporte falso y a esconderse en Uruguay para escapar de los sicarios de Juan Garesio. Bueno, el mismo «padrino» ayudó al pibe Ernesto a acortar su estadía en la carcel, y para 1928 ya estaba en libertad.

En agradecimiento, el pibe Ernesto le dedicó el tango «Don Alberto».

Junto con su esposa, Adela Savino, con quien se había casado el 9 de junio de 1906, se mudó a Lanús Oeste, donde montó un almacén llamado «El Pibe». Estaba ubicado en José María Moreno y Lavalleja, no muy lejos de la casa de tus abuelos. El lugar está hoy completamente abandonado.

Tiempo después trasladaron el almacén a otro lugar, y lo renombraron «Los paraísos». Tal vez, los pibes que iban a comprarle golosinas no supieran nada sobre el personaje que los atendía.

El mediodía del domingo 21 de octubre de 1934, Ernesto sintió un malestar que se fue agravando con el paso del tiempo. Se trataba de un aneurisma. Falleció esa misma tarde.

Su esposa nos dejó una semblanza más amable que la de Gobello,

«De estatura mediana, gallardo y apuesto. Fácilmente se dibujaba en su rostro amplia sonrisa. Le caracterizaba un sentimiento de generosidad extremada. Recuerdo que frecuentemente llegaban hasta él músicos que se hallaban con el bolsillo exhausto; si su situación no le permitía ayudarles con dinero, les cedía alguna partitura que había compuesto, o en su defecto la escribía delante del atribulado que balbuceaba conmovido palabras de agradecimiento.»

Bueno, te he contado sobre la azarosa vida de este personaje. Pero, salvo por algunos detalles que dejé entrever en una entrada anterior, no te he dicho casi nada sobre los motivos que hacen de él una figura central de la historia de Tango.

Seguimos la semana próxima…

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